Órdenes, caprichos y costumbres.
¡Hola a todos! Para esta nueva publicación hemos preparado una pequeña
historia y una reflexión basada en el capítulo número 2 del libro de Fernando
Savater, “Ética para Amador”.
Aprovechamos esta nueva oportunidad para volver a recomendar su lectura y anhelamos
que la entrada les resulte fructífera y enriquecedora. No olviden que cualquier
comentario va a ser más que bienvenido.
Clara.
Clara se desempeñaba como enfermera desde
hacía tres años en un sanatorio privado de su ciudad, más precisamente en la
sala de internación pediátrica. Desde el primer día notó que por más relajada
que fuera la jornada laboral nunca le solicitaban colaborar en otros sectores,
aunque la capacidad de atención se viera desbordada. Una compañera le comentó
que siempre se trabajó así, que no les correspondía salir de su sector. Clara
se acostumbró a esa situación y con el tiempo la agradeció, era una situación
confortable. Esa noche se dirigió a su trabajo como todos los días, le gustaba
el turno nocturno porque por lo general se trabajaba poco y le permitía
dedicarse a otra de sus pasiones, la lectura.
El sector más activo durante el turno
nocturno era la guardia externa donde era habitual la llegada de varias
ambulancias con pacientes para ser atendidos. La guardia tenía la orden del
directorio del sanatorio de dar prioridad de atención a los pacientes que
contaran con una cobertura de salud prepaga. La situación financiera de la
clínica no era óptima y los pacientes de PAMI o IOMA no producían ganancias. El
personal de la guardia aceptaba a regañadientes esta orden y manifestaban su
desacuerdo haciendo aguardar un tiempo excesivo a los pacientes antes de
brindarles atención.
A las 03:00 horas el operador recibe la
llamada del servicio de ambulancias alertando que un tren había colisionado con
otro y serían trasladados al sanatorio muchas de las víctimas. La guardia se
desbordó en menos de media hora y los pacientes gravemente heridos se contaban
por decenas.
Esa noche Clara y otras compañeras
rompieron con la costumbre de no colaborar con otros sectores, la guardia
desacató la orden de dar prioridad a los pacientes con cobertura prepaga y no
sucumbieron al capricho de hacer esperar a los pacientes deliberadamente.
En
la historia de Clara podemos identificar tres motivaciones para llevar a cabo
ciertas acciones: por capricho, por costumbre o por cumplir una orden. Savater
refiere que las órdenes sacan fuerzas, en parte, del miedo a las represalias,
es decir, el temor al castigo que podemos recibir si no obedecemos, pero
también de la confianza y el respeto a los demás y porque se espera algún tipo
de recompensa si se cumple como es debido: dinero, regalos, etc. Las costumbres
vienen de la comodidad de la rutina y del interés por no contrariar a los
demás. Las órdenes y las costumbres vienen de afuera, en cambio los caprichos
brotan espontáneamente de adentro. Creemos
que través de la razón se pueden establecer los medios para llegar a un fin y
precisar si ese fin está determinado por órdenes, costumbres o caprichos, es
decir, por medio de nuestra razón podemos conocer los motivos de nuestras
acciones. Pero la razón por sí sola no es suficiente para decidir hacer lo que
es beneficioso para el ser humano, para ello debemos valernos de nuestra
humanidad. La ética, a pesar de ser influenciada por la cultura y la sociedad,
está conformada por principios personales creados y sostenidos por los propios
individuos, es decir, por nuestra creencia sobre qué está bien y qué no. La moral
tiene que ver con las órdenes. La mayoría de los preceptos morales perecieran
referir “debes hacer tal cosa” o “ni se te ocurra hacer tal otra”; pero también
las órdenes pueden ser inmorales, por lo que creemos necesario reflexionar
concienzudamente para dilucidar si el cumplimiento de una orden va acompañado
de nuestra ética, o sea, si lo que vamos a ser lo consideramos bueno o malo.
Esta práctica deberíamos realizarla no sólo en el ejercicio de nuestra
profesión, sino que resultaría muy útil su aplicación en nuestras acciones
cotidianas.
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